Los pequeños pueden presentar diferentes anomalías en sus pies, de las que debemos estar al tanto y en las que hay que fijarse para que se puedan rectificar y no revistan problemas de mayor gravedad. Las que menos han de preocuparnos son aquellas que tengan que ver con las posturas del niño, mientras que hay que darles más importancia a las que tienen que ver con posibles deformidades. De hecho, algunas de estas pueden verse ya durante las ecografías prenatales que se le hacen a las mamás, un gran avance a la hora de poder tratarlas desde el nacimiento del bebé.
Las anomalías más corrientes que tienen que ver con las malas posiciones del pie del bebé suelen ser el pie talo, el rígido y el equino varo. El pie talo se observa en aquellos pequeños que lo doblan hacia delante y hacia arriba. Solo es preocupante en caso de que el bebé no pueda flexionar el pie. Entonces es probable que necesitemos sesiones de fisioterapia para estirar los músculos o incluso colocar una férula. Peor si por el contrario lo flexiona bien, no necesitará de ningún tipo de tratamiento.
Para el pie rígido, por su parte, se suele colocar una bota de escayola con la intención de reeducar la posición. Cuanto antes el médico nos dé un diagnóstico acerca de la flexibilidad del pie del niño, antes podremos empezar a tratarlo y solucionarlo.
Por su parte, el pie equino varo se manifiesta en las desviaciones de la parte delantera del pie, o del talón girado hacia dentro. Normalmente suele recuperar su posición normal con el tiempo, así que no es habitual ponerle tratamiento. Si acaso, es conveniente invertir en algunos zapatos buenos o, si nos preocupa mucho, algún masaje o sesión de fisioterapia.
Las deformidades del pie si han de tenerse más en cuenta y normalmente el médico las detecta en seguida para darles tratamiento y evitar las mayores consecuencias negativas en la futura vida de los niños.
Muchos niños nacen con los pies planos, pero el arco suele ir aumentándose a medida que se van haciendo mayores. Lo normal es no dar tratamiento a este tipo de problemas, ya que los niños pueden desarrollar las mismas actividades que cualquier otro pequeño de su edad. Si acaso, si estos se quejasen de que en algún momento les resulta doloroso, podría hacerse un estudio plantar y recomendar el uso de algunas plantillas.
El pie bot es una de las deformidades más conocidas y se caracteriza por afectar a los huesos, los músculos y las articulaciones. Como suele detectarse antes de que el niño comience a caminar, los tratamientos se hacen a una edad muy temprana, y según la gravedad que revierta la deformidad podrán ser más sencillo o algo más complejos. Lo cierto es que en la mayoría de los casos se puede arreglar todavía con sesiones de fisioterapia, aunque en un porcentaje mejor es necesario intervenir quirúrgicamente a los pequeños.
El pie cavo, por su parte, se puede corregir con fisioterapia o tratamiento ortopédico, y consiste en un aumento extraño de la altura de la bóveda plantar en el mediopié por flexión acentuada del metatarso.
Atención temprana
Si observamos que a medida que van creciendo persisten hábitos (al principio comunes) como andar cargando el peso sobre los dedos de los pies, debemos consultar al médico. Tal y como nos informan desde la Clínica Marta García, este tipo de hábitos pueden llegar a tener que ver con algún trastorno de origen neurológico o bien, simplemente, ser un problema a trabajar con ella en su consulta de podología, pero eso no lo sabremos hasta que no consultemos con un profesional.
Por último, para ayudar a los pequeños a sentirse cómodos con sus pies, no debemos olvidar comprar buenos calzados que dejen libres los tobillos y cuya suela sea adherente y flexible en la zona en la que los dedos se flexionan al andar. Asimismo, la talla de los zapatos tiene que ser la adecuada para que no les hagan daño ni doblen los deditos. De estos a la punta del zapato debería haber no menos de un centímetro de distancia. Por otro lado, si es posible, no uses zapatos heredados ni dejes que tus hijos lo compartan entre ellos, ya que el calzado suele ir adaptándose al pie de su dueño, por lo que para uno es cómodo puede que para otro ya no tenga la sujeción necesaria.