Hay muchísimos pacientes que, tras sufrir un infarto, cogen miedo a realizar ciertos esfuerzos que, en realidad podrían beneficiarles como, por ejemplo, el deporte. Hacer deporte es siempre saludable, obviamente bajo la tutela de un experto y más aún cuando hemos sufrido problemas de corazón, pero hacer un ejercicio moderado puede favorecer muchísimo nuestro estado, y lo mismo ocurre con el sexo. Hay que desmitificar que tener sexo tras un infarto sea perjudicial y hay que hacerlo ya.
Probablemente los pacientes que lleguen hasta este artículo buscando información quieran asegurarse de que lo que leen proviene de una fuente fiable y por eso lo primero que voy a hacer es remitirlos a dos páginas oficiales, a la Fundación Española del Corazón y a la Asociación Española de Urología en su web andaluza, que es de quienes tengo conocimiento. En ambas páginas encontraréis información al respecto, tanto por parte de expertos cardiólogos como por parte de urólogos experimentados, dos de los facultativos que más datos pueden daros al respecto.
Del Mito a la Realidad
Es el miedo y la ansiedad que sufren los pacientes con enfermedades coronarias lo que provoca que crean que no pueden tener relaciones sexuales o que, aunque sepan que no está contraindicado, el miedo paralice sus ganas. Si bien es verdad que el coito requiere un esfuerzo físico, los gastos energéticos que se necesitan en el acto sexual son similares a los que se generan al subir dos pisos de escaleras ya que la frecuencia cardiaca del coito es inferior a la que se produce durante otras actividades de la vida cotidiana. Es decir, que en principio tener una vida sexual activa no trae consigo ninguna complicación cardiaca, ni siquiera para los que ya han sufrido infartos.
Obviamente, lo más recomendable es reanudar progresivamente cualquier entrenamiento físico tras sufrir un infarto y no nos vamos a poner a correr como locos al día siguiente del hospital al igual que no podemos pasar una noche de amor desenfrenada y sin descanso pero, poco a poco, podemos volver a llevar el mismo ritmo que llevábamos antes de sufrir el infarto.
Si bien es verdad que pueden aparecer, en casos aislados, anginas de pecho durante la actividad sexual, también es verdad que esto le suceda a aquella persona que tenga el mismo riesgo cuando realice cualquier otro esfuerzo físico moderado pero hay que dejar claro que los casos de fallecimiento durante el sexo ocurren en un porcentaje muy bajo. En un estudio sobre más de 5 mil casos de muerte repentina por causas no traumáticas, sólo 34 de ellos eran por motivos cardiológicos que se produjeron durante el coito y es necesario destacar que en 27 de esos casos la persona fallecida estaba realizando el acto con una pareja distinta a la habitual.
Resumiendo, cualquier persona tiene las mismas probabilidades de sufrir un infarto o fallecer por problemas cardiacos durante el coito que subiendo unas escaleras, caminando un poco más rápido de lo habitual o inclusos jugando con sus hijos o nietos por lo que, en teoría, no deberíamos tener miedo a tener relaciones sexuales y en caso de tenerlo debemos pensar que entonces deberíamos tener miedo prácticamente a todo lo que no sea estar sentado, acostado o caminando a paso muy lento.