Las crisis de pareja: una cuestión común

El roce hace el cariño… pero también trae problemas. La convivencia con la media naranja es una de las pruebas más duras que tiene que soportar una relación. Aprender a tolerarse a las duras y las maduras, compartir un espacio vital hasta entonces innegociable, lidiar con las costumbres más irritantes de aquel a quien teníamos idealizado… Cuestiones que, con el tiempo, pueden desembocar en una crisis que, si no se aborda de manera adecuada, podría dar su fruto envenenado en una ruptura dolorosa para ambas partes. En estos casos, acudir a la ayuda de expertos puede ser el remedio que consiga mantener encendida, y todavía más fuerte que antes, la llama del amor. “La pareja vive diferencias entre uno y otro, pero estas no se resuelven porque ellos por sí mismos no son capaces de hacerlo y dichas situaciones se mantienen a lo largo del tiempo”, apuntan desde Psania, centro de psicología especialista en terapia de pareja de Valladolid.

La clave, indican los expertos de Psania, se encuentra en el trabajo de las “habilidades de comunicación” de la pareja. “Estas habilidades permiten a las parejas comunicarse ante las dificultades, ante la toma de decisiones, ante los problemas, etcétera de una forma adecuada y exitosa”, sostiene este gabinete de psicólogos de Valladolid. Una terapia fundamentada en la interacción controlada de la pareja que contribuya a restablecer los lazos de intimidad dañados por estos conflictos cotidianos y evitables, así como a resolver asuntos de índole sexual y estimular de nuevo el deseo físico de la pareja.

Los cambios que acarrea la propia existencia son uno de los fundamentos que, por lo general, generan las crisis amorosas, que comienzan a hacer acto deHolding Hands presencia una vez que se termina la fase del enamoramiento y, por consiguiente, la cantidad de dopamina que segrega el cerebro –una hormona que desactiva las emociones negativas y entorpece el análisis crítico del objeto amoroso- cae en picado rompiendo la situación ideal de la pareja. Es la que muchos conocen como “la típica crisis de los dos años”. De igual manera, situaciones extraordinarias como la planificación de un futuro juntos, la legalización de esta unión mediante bodas o la constitución como pareja de hecho, la aparición de los hijos, su criado y escolarización, la adolescencia de los chavales, el abandono del hogar y el síndrome del nido vacío o la conclusión de la vida laboral activa son distintas fases que, cada una a su modo, pueden erosionar la convivencia en común a causa de divergencias en la perspectiva acerca del futuro de la relación y sus escalas de compromiso y correspondencia, una comunicación progresivamente degradada, la caída del apetito sexual y el distanciamiento de la intimidad, la mala comunicación fomentada por la situación laboral y/o personal, las diferencias culturales o, simplemente, la falta de conciliación entre los hábitos cotidianos de ambos.

Por otro lado, el tratamiento psicológico contribuye asimismo a dotar a la pareja de las herramientas y estrategias adecuadas para la negociación, especialmente útiles para situaciones peliagudas como los casos de infidelidad y desconfianza en el otro. “Después de vivir una situación de infidelidad la confianza en la pareja queda dañada; en Psania trabajamos para volver a recuperarla”, indican desde la institución. No obstante, añaden, la terapia es aconsejable también en casos de desconfianza sin infidelidad puesto que “hay personas que no son capaces de confiar en el otro y en sus sentimientos bien sea por un problema de autoestima, o porque nos han hecho daño en relaciones previas, etcétera”.

Cuestiones, en definitiva, que conviene atajar antes de que se conviertan en irresolubles, ya que, por desgracia, demasiadas parejas se limitan a poner parches sobre las grietas de su convivencia sin actuar con la determinación y firmeza que podrían de contar con ayuda profesional. Para muestra un botón: España ocupa uno de los lugares más alto en la lista de divorcios en el mundo, con alrededor del 60% de rupturas de matrimonios. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2013 se dictaron en el territorio nacional 95.427 sentencias de divorcio, 4.900 de separación y 110 de nulidad, lo que significó que la tasa del total de sentencias de nulidades, separaciones y divorcios fue de 2,1 por cada 1.000 habitantes.

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