A la pregunta de qué es mejor, si correr o caminar, la verdad es que no podemos ofrecer una respuesta única. Como diría un gallego, “depende”, en este caso, de los objetivos que se tengan.
Ambos ejercicios tienen sus ventajas e inconvenientes, pero la elección de la práctica está influida por las preferencias del deportista y su condición física.
Si la distancia que vamos a recorrer es la misma, los beneficios que se obtienen de la práctica de ambas disciplinas son prácticamente los mismos. Pero bien es cierto que no es recomendable para una persona cuyo estilo de vida ha sido sedentario comenzar con un deporte como correr, que requiere de un gran esfuerzo. Para este tipo de personas, en especial si sufren sobrepeso, es más recomendable es caminar. Asimismo, las que son más activas en el ejercicio físico se decantarán por correr.
Cuanto mayor es el esfuerzo, los resultados se notarán con más facilidad. Aunque, según los últimos estudios sobre el tema llevados a cabo en Estados Unidos, caminar de manera constante y un ritmo más tranquilo termina por producir los mismos resultados. Es por ello que debemos adaptar el ejercicio a la persona que lo practica.
Según un estudio patrocinado por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley de California publicado este año en el revista Arteriosclerosis, Thrombosis and Vascular Biology, la práctica de cualquiera de estas disciplinas reduce el riesgo de padecer de exceso de colesterol, sufrir diabetes o desarrollar hipertensión en los seis años siguientes. En cuanto al aspecto relacionado con el ánimo, correr tiene más beneficios que caminar, ya que proporciona una mayor sensación de bienestar. Por lo demás, ambas favorecen el riego sanguíneo en el cerebro, así como el rendimiento intelectual y la memoria. Además, se reduce también la posibilidad de sufrir alzheimer o ictus.
No obstante, lo más importante es el espacio que se recorre, por encima de la vigorosidad o moderación del ejercicio. Así que si correr nos da miedo por el riesgo de sufrir lesiones, siempre podemos caminar el doble de tiempo que queríamos correr, ya que el running suele necesitar de un aporte de energía que dobla al requerido por quien camina.
Una forma práctica de verlo sería correr los días en los que no tengamos tiempo para poder pasar un rato mayor caminando a un ritmo vivo. En todo caso, cualquiera de las dos opciones resulta siempre mejor que el sedentarismo.