En el mundo en el que vivimos ahora, hemos experimentado un crecimiento muy grande de la tecnología. Esta ciencia ha sido la principal herramienta de cambio en lo que respecta a nuestra manera de trabajar… y también en lo que tiene relación con nuestros momentos o días de ocio. ¿Cómo lo notamos en el trabajo? Con el desarrollo de softwares cada vez más sofisticados, incluso con la inteligencia artificial. ¿Y en nuestro tiempo de ocio? Con el crecimiento en el uso del comercio electrónico, por poner un ejemplo. Y es que lo usamos hasta para comprar lo más básico en muchas ocasiones. Seguro que vosotros y vosotras mismas lo habéis pensado en más de una ocasión.
Podríamos hablar de un entorno como el de las redes sociales para ilustrar cómo ha cambiado la vida en los últimos años. Se ha convertido en una herramienta de comunicación global y brutal. Gracias a ellas, se ha generado un espacio alternativo con el que darse a conocer, con el que mostrar cómo somos y con el que, incluso, ganarse la vida. Son muchas las personas que obtienen dinero tras haber conseguido monetizar sus cuentas. Pero, a pesar de todo eso, son espacios en los que, por desgracia, también hay lugar para el riesgo y en los que hay que tener mucho cuidado. Y cada día más.
De acuerdo con lo que dice una noticia publicada en La Vanguardia en junio de 2023, casi el 60% de la población mundial usa redes sociales. Y ojo, estamos hablando de un porcentaje que hace referencia a una media mundial. En España, ese porcentaje está muy por encima porque lo que tenemos «de más» aquí se «compensa» con el poco uso de las redes sociales que tienen en países subdesarrollados o incluso en Asia, donde por determinadas cuestiones muchas de esas redes están prohibidas. Ya sabéis que no en todos los sitios es igual de fácil poder hacer uso de herramientas como de las que estamos hablando en estas líneas.
¿Cuáles son los efectivos negativos de esto? Antes ya os hemos dicho que hay muchos riesgos en lo que tiene que ver con las redes sociales. Uno de ellos tiene que ver con el tiempo de calidad que pasamos en familia. El hecho de recibir estímulos de manera constante a través de las redes sociales hace que estemos continuamente pendientes del móvil, lo que, de manera inevitable, hace que nos relacionemos menos con las personas que tenemos a nuestro alrededor y que son las que más queremos. Es una verdadera pena que sea así y necesitamos que las cosas vuelvan a ser como eran antes. O que el cambio (empeoramiento) de ese tiempo de calidad no sea tan brusco.
Lo que dice la noticia de Antena 3 es bastante significativo: un 40% de las familias aseguran que cada vez pasan menos tiempo de calidad con sus hijos. Para empezar, pasamos menos tiempo juntos. Pero es que, además, el tiempo que pasamos no es de primera. La cifra asusta y deja claro que hay muchas cosas que merecen ser cambiadas en esta sociedad. Ojalá que podamos conseguirlo, pero la verdad es que no estamos de momento en esa onda. Y eso puede traer verdaderos problemas psicológicos que tenemos que combatir. Es cierto que no vamos a poder cambiar las cosas de un día para otro, pero poco a poco se pueden ir consiguiendo avances.
La tecnología es un asunto que ha venido a nuestra sociedad para quedarse y hay que usarla a nuestro favor, no en nuestra contra. Y las redes sociales constituyen la herramienta que mejor define lo que estamos comentando. Solo tenemos que echar un vistazo a nuestro alrededor para ver lo enganchadas que están muchas personas a las redes sociales. Podemos verlo en esa persona que camina delante de nosotros, a la joven que se sienta a nuestro lado en el metro, a las personas que están en la mesa de enfrente en el bar donde tomamos el café normalmente… En todos lados. Y esto no es positivo si no existe un control.
Donde antes veíamos la tele y compartíamos impresiones sobre una película, ahora nos dedicamos a ver stories. Donde antes nos dedicábamos a jugar a juegos de mesa con toda la familia, ahora estamos pendientes del post que vamos a subir. Donde antes manteníamos conversaciones sobre cómo había transcurrido nuestro día, ahora vamos deslizando sin parar diferentes vídeos que vemos en TikTok… o vemos de manera pasiva lo que nos va saliendo en las sugerencias de YouTube. Como veis, ahora es todo más impersonal, más individualista y, por tanto, menos familiar. Y hay mucha gente que se aprovecha de ello para colocar bulos en redes sociales, vídeos en los que se incita a cometer determinados comportamientos peligrosos y, por si fuera poco, ciberbullying.
Imaginaros el coste psicológico que tiene esto. Para empezar, tenemos que decir que el consumo excesivo de impulsos que nos llegan desde el móvil hace que descansemos peor, con lo que la calidad de nuestra vida ya se reduce de por sí. Y eso sin tener en cuenta el mal comportamiento de mucha gente en redes sociales, que está creciendo y que supone un peligro especialmente para los más pequeños, que no tienen la alerta activada ante este tipo de cosas y a los que hay que prevenir de todas las maneras posibles, empezando en casa y continuando por el centro en el que cursen sus estudios.
El impacto de la tecnología ha traído consigo un cambio en la dinámica familiar que no es positivo en absoluto porque nos ha «alejado» de las personas que tenemos al lado y que son las que más nos quieren. En un artículo publicado en la web de Canvis, un centro de psicología que ofrece multitud de tratamientos psicológicos bonificados parcialmente, se hace referencia a dos peligros: el pasar menos tiempo de calidad con la familia y, además, el aumento de problemas de salud mental, al hilo de lo que hemos estado diciendo más arriba. En el artículo también se hace referencia a que este no es un problema que solo afecte a los niños, sino que también lo hace a los padres.
De hecho, en un estudio al que se hace referencia en dicho artículo, se especifica algunos de los errores que suelen cometer los padres con los hijos en este sentido, que giran en torno a dos cosas:
- La primera de ellas tiene que ver con que prohibirles hacer uso del móvil en un momento específico es peor que prohibirles el uso de aplicaciones específicas. En otras palabras: mejor prohibirles usar TikTok que prohibir que usen el móvil mientras comen.
- La segunda es que cometemos el error de no desconectar nosotros y nosotras mismas como padres y madres que somos. Si no fuéramos capaces de hacerlo, no estaríamos dando el ejemplo para que ellos no repitan nuestros patrones.
Un cambio que es relativamente urgente
Una de las cosas que definen la situación en la que nos encontramos es el hecho de que la incidencia de enfermedades de corte mental entre los jóvenes se ha multiplicado en los últimos años en nuestro país. Esto tiene mucho que ver con el hecho de que cojamos el móvil cada dos por tres para ver cualquier cosa que tenga que ver con las redes sociales. Desde luego, no cabe la menor duda de que las dos cosas tienen una relación muy fuerte y que todo el mundo cada vez lo tiene más en cuenta. Pero, ahora, eso se tiene que traducir en mejoras para la calidad de vida de las familias porque, de lo contrario, todo el análisis que hemos venido haciendo hasta ahora no habrá valido para nada.
Y tenemos cierta urgencia para lograr esto que os estamos diciendo. Ya han sido muchas las ocasiones en las que hemos notado perfectamente que los y las jóvenes de hoy cuentan con más problemas derivados de un uso excesivo del móvil y de las redes sociales, así que hay que hacer todo lo posible por darle la vuelta a la tortilla y conseguir que esos jóvenes conozcan (porque, por desgracia, muchos de ellos y ellas todavía no lo conocen) lo que es el tiempo de calidad con sus familiares y seres queridos. Tiempo de calidad que es lo mismo que tener el contacto físico de los suyos y no depender tanto de la tecnología.
No es fácil conseguir un cambio de etse tipo, ya os lo adelantamos. Y es que son muchos los hábitos que los y las jóvenes han cogido y que tienen que cambiar. Estas cosas no se transforman de un día para otro, sino que llegan con el tiempo, con mucho esfuerzo. No es una cosa siquiera de un solo año, sino de lustros. Ojalá que podamos ver, con el paso del tiempo, las transformaciones que estamos demandando y que seguro que le van a hacer bien a la gente que nos rodea. Es lo que nos merecemos.