El impacto de la higiene textil en tiempos de crisis sanitarias

crisis sanitarias

La ropa que usas, las toallas con las que te secas o el uniforme de alguien que trabaja en un hospital tienen mucho más peso del que solemos imaginar. Cuando hay una crisis sanitaria, esos tejidos dejan de ser simples objetos cotidianos y se convierten en un terreno que puede acumular y transmitir virus, bacterias y otros patógenos. Lo que antes era un gesto rutinario, como lavar una camiseta o una sábana, se transforma en una cuestión de salud pública.

Lo curioso es que la mayoría de las personas se fija en lavarse las manos, en usar mascarilla o en mantener distancia, pero pocas veces piensa en la tela que toca su piel. Esa falta de atención ha cambiado en los últimos años, sobre todo después de que el mundo entero viviera lo que supone una pandemia. Ahí se vio con claridad que no basta con limpiar por encima: la higiene textil profesional marca la diferencia entre un espacio seguro y un riesgo constante.

 

El papel de la ropa en la transmisión de virus

Cuando se habla de contagios, muchos piensan en superficies duras como mesas, pomos o barandillas. Sin embargo, los tejidos también pueden retener microorganismos y convertirse en un medio de transmisión. El sudor, las secreciones y el contacto directo hacen que la ropa sea un vehículo que pasa desapercibido.

En un hospital, por ejemplo, la bata de un médico puede entrar en contacto con un paciente infectado y, minutos después, con otro que no lo está. Lo mismo ocurre en una residencia de mayores, donde las toallas o sábanas compartidas pueden acumular bacterias peligrosas. Incluso en el gimnasio, la camiseta mojada o la esterilla pueden convertirse en un foco si no se limpian de la forma adecuada.

Lo más complicado es que los virus no siempre mueren con un simple lavado casero. El agua fría y los detergentes habituales eliminan parte de la suciedad visible, pero no garantizan la desinfección. Para eso se necesitan procesos específicos que ataquen a los patógenos de raíz.

 

La importancia de la higiene en hospitales y residencias de mayores

Si hay dos lugares donde la higiene textil se vuelve crucial, son los hospitales y las residencias de ancianos. En ambos entornos, las personas que se encuentran allí tienen sistemas inmunitarios más frágiles y cualquier descuido puede costar caro.

En los hospitales, cada prenda debe tratarse como si estuviera contaminada. Las sábanas de las camas, las toallas, los uniformes del personal e incluso las cortinas que separan camas necesitan un lavado que no solo quite manchas, sino que elimine todo rastro de microorganismos. Por eso se usan programas de lavado industrial, con temperaturas altas y desinfectantes específicos que no se encuentran en el mercado común.

En las residencias, la situación es parecida, pero con un matiz más sensible: la ropa personal de los mayores. Muchas veces esas prendas tienen un valor sentimental y, al mismo tiempo, requieren un cuidado especial para no dañarlas. Aun así, deben desinfectarse correctamente porque el riesgo de transmisión es alto. Un residente con gripe o con un virus respiratorio puede contagiar con facilidad a otros a través de tejidos compartidos.

 

Lo que aprendimos durante la pandemia

La pandemia de COVID-19 dejó al descubierto algo que estaba delante de nuestros ojos: la higiene textil es parte de la cadena de prevención. De nada servía desinfectar quirófanos o limpiar superficies si la ropa que se usaba no pasaba por procesos seguros.

Muchos hospitales tuvieron que reforzar sus protocolos, asegurándose de que cada lote de uniformes o sábanas pasara por lavados a temperaturas altas, con productos capaces de destruir el coronavirus y otros patógenos similares. Se trató de un aprendizaje acelerado, pero necesario, porque la magnitud de los contagios exigía medidas drásticas.

También quedó en evidencia que las lavanderías domésticas no eran suficientes para ciertas prendas. Aunque en casa se pueda lavar con agua caliente, no siempre se logra la desinfección completa. Fue entonces cuando los sistemas profesionales demostraron su valor, al garantizar procesos de higienización certificados y estandarizados.

 

Cómo se eliminan realmente los patógenos en los lavados

Aquí conviene detenerse en lo que hace que un lavado sea verdaderamente desinfectante. No basta con detergente y un ciclo rápido; hay tres factores que resultan clave:

  1. Temperatura adecuada: los virus y bacterias no resisten igual a todas las temperaturas. Para destruir muchos de ellos, se requieren lavados que alcancen más de 60 grados. Algunos protocolos incluso recomiendan superar los 70 grados en textiles hospitalarios.
  2. Uso de productos desinfectantes: más allá del jabón común, se emplean aditivos específicos que han demostrado ser efectivos contra virus como el SARS-CoV-2. Estos productos penetran en la fibra textil y neutralizan los microorganismos.
  3. Tiempo de exposición: no sirve aplicar calor o productos de manera breve. El proceso debe durar lo suficiente para asegurar que el tejido quede libre de patógenos.

Al combinar estos elementos, se obtiene un lavado que no solo deja la ropa con buen olor, sino que garantiza que está desinfectada.

 

Lo que explican los expertos en lavandería profesional

Para entender mejor este tema, puedes fijarte en lo que cuentan especialistas del sector. Por ejemplo, desde Lavatur, expertos en sistemas de lavandería, se explica que los programas de lavado a más de 60 grados, combinados con detergentes viricidas y un tiempo suficiente de exposición, logran eliminar el coronavirus de los tejidos. Aclaran también que no basta con un enjuague rápido: es el proceso completo el que asegura la desinfección.

Además, señalan que ciertos productos certificados como biocidas actúan de manera específica contra virus y bacterias, y que usarlos a la temperatura correcta garantiza que la ropa, toallas o uniformes queden totalmente higienizados. Esa combinación entre temperatura, química y tiempo es lo que convierte un lavado común en uno seguro en contextos de crisis sanitaria.

 

¿Son seguros los productos viricidas para la salud?

Cuando escuchas hablar de viricidas y biocidas, quizá te preguntes si representan algún riesgo para la salud de las personas. En general, los productos que se utilizan en lavandería profesional están regulados y deben contar con certificaciones que avalan su seguridad. Su función es destruir microorganismos, pero están diseñados para que, tras el proceso de lavado y enjuague, no queden residuos dañinos en la ropa.

El posible riesgo aparece si se usan de forma incorrecta: dosis demasiado altas, mezclas con productos no compatibles o enjuagues insuficientes. Por eso es importante que estos químicos se apliquen en entornos controlados, con maquinaria adecuada y siguiendo protocolos claros.

En la práctica, cuando se emplean con la cantidad justa y en condiciones profesionales, los viricidas no representan un peligro para la piel ni para la salud. El objetivo es que la prenda quede desinfectada y, al mismo tiempo, apta para un uso seguro y cómodo.

 

La confianza en los procesos profesionales

Cuando hay una crisis sanitaria, la confianza en que los textiles estén bien higienizados se vuelve esencial. No es algo que se deje a la improvisación, porque un fallo en el lavado de un lote de sábanas hospitalarias puede desencadenar un brote interno.

Por eso muchas instituciones se apoyan en sistemas profesionales, donde cada paso está controlado. Desde la recogida de la ropa usada hasta el empaquetado final, todo sigue protocolos que buscan evitar recontaminaciones. De esta manera, médicos, pacientes y cuidadores pueden usar la ropa sin miedo a que se convierta en un foco de contagio.

 

La importancia en la vida cotidiana

Aunque lo más visible sea lo que ocurre en hospitales y residencias, la higiene textil también afecta a la vida diaria. Piensa en un gimnasio, donde decenas de personas sudan y usan los mismos equipos. O en un colegio, donde los uniformes pasan por horas de juego y contacto cercano. En esos contextos, lavar bien la ropa no es solo cuestión de estética: es prevención de enfermedades.

La pandemia hizo que mucha gente empezara a valorar detalles que antes pasaban desapercibidos, como lavar las mascarillas de tela o evitar usar la misma toalla varios días seguidos. Aunque ahora la situación sea distinta, esa conciencia debería mantenerse, porque los virus y bacterias no desaparecen, simplemente cambian de escenario.

 

Mirando hacia el futuro

Los brotes sanitarios seguirán apareciendo, quizá con formas nuevas o con virus distintos, pero la experiencia ya dejó un aprendizaje claro: la higiene textil no puede quedar en segundo plano. Es un eslabón fundamental de la prevención y del cuidado de la salud colectiva.

El reto está en mantener esa atención incluso cuando la emergencia no está en los titulares. No se trata de vivir con miedo, sino de integrar en la rutina prácticas que reduzcan riesgos. Tanto en el hogar como en instituciones, cuidar la limpieza de los tejidos es una manera concreta y sencilla de protegerse.

 

Un cierre necesario

Si algo quedó demostrado en las crisis sanitarias recientes es que no puedes subestimar el papel de la ropa, las toallas o los uniformes. Detrás de cada prenda puede haber un riesgo o, al contrario, una oportunidad de prevención. Cuando se aplican procesos de lavado profesionales, el tejido deja de ser un posible transmisor y se convierte en un elemento seguro.

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