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El sexo en enfermos cardiovasculares

El sexo es una práctica importante en la vida, hasta el punto de que la falta de actividad sexual se relaciona con las sensaciones de ansiedad y depresión.

Aun así, no todos los enfermos cardiovasculares pueden practicarlo, pero sí la mayoría. Un enfermo estable puede mantener relaciones sexuales sin que suponga un riesgo alguno para su salud. De hecho, el sexo aporta una mayor calidad de vida y es absolutamente necesario en la vida de pareja, aunque muchos enfermos evitan la práctica por miedo a sufrir algún ataque.

En realidad, el riesgo de padecer afecciones cardiacas durante el sexo es muy reducido, aunque tampoco es cuestión de que ante la buena noticia acudamos corriendo a una tienda de juguetes para adultos, como Cambia de Postura o Comercial Apra, para proveernos de condones a granel.

En cambio, los pacientes con una enfermedad cardiaca severa que presentan síntomas incluso estando en reposo pueden aplazar su actividad sexual hasta que su estado de salud se estabilice. Para llevar un mejor control de lo adecuado de mantener relaciones es importante realizar chequeos médicos periódicamente.

Los datos revelan que una de cada tres muertes en España está relacionada con algún problema cardiovascular. Estas afecciones están relacionadas con el modo de vida (en especial la alimentación y el sedentarismo) y con el consumo de tabaco y alcohol.

Los enfermos que ya han sufrido una angina de pecho o un infarto suelen ver limitadas sus capacidades físicas, entre ellas la actividad sexual. Los medicamentos que tratan este tipo de enfermedades suelen tener como efecto secundario problemas de disfunción eréctil o disminución de la líbido.

Pero lo que más merma la actividad sexual de estas personas es el miedo a que la agitación tenga consecuencias fatales en la salud. En realidad, el esfuerzo ejercitado durante el acto sexual equivale a subir tres pisos por las escaleras o dar un paseo ligero, nada comparable a realizar un ejercicio de esfuerzo notable, como puede ser jugar un partido de pádel.

Parte de este miedo puede ser una herencia de leyendas urbanas que aconsejaban dejar el sexo si se sufría alguna afección de este tipo. Pero esos consejos médicos terminaron hace más de 20 años.

Si se pretende ahondar en el verdadero alcance de los riesgos de tener relaciones sexuales en pacientes coronarios, podemos concluir que dos de cada millón de varones de 50 años que practican sexo sufren un ataque a las dos horas de haber tenido relaciones. Y la cifra aumenta a 20 por millón si el paciente ya ha sufrido un ataque anteriormente. Optar por el celibato disminuye la cifra a 10 infartados por cada millón.

Si nos ponemos quisquillosos, la práctica sexual influye algo en los riesgos, aunque sea en un porcentaje muy pequeño, y desde luego no más que la práctica de cualquier otra actividad a la que nos obligue el día a día (a menos que nos forcemos a vivir postrados en una cama, lo cual conlleva más perjuicios físicos que beneficios). Tener miedo solo nos fuerza a llevar seguramente una peor calidad de vida, ante la posibilidad de un riesgo ínfimo, equivalente a que nos caiga un rayo encima o a que una maceta de un balcón impacte en nuestro cráneo al caminar por la calle.

Vistas las estadísticas, elijamos bien nuestras prioridades. 

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